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Lo más bello no es ser idealista, sino ser idealista tienendo una relación con un Dios viviente, el idealismo consiste en el vibrar de nuestra alma cuando un pensamiento sublime se visualiza en nuestra imaginación, cuando el corazón se estremece al pensarlo hecho realidad, porque quien tiene fe, o sea, quien tiene a Cristo en su vida no se limita al raciocinio; muchos idealistas tienen sus ideales más elevados como simples utopías, presos en la racionalidad que no les permite ver más allá de lo humanamente posible, pero Dios desafía tu incredulidad, Dios desafía tu lógica, Dios desafía tus límites porque cuando un deseo arde en tu corazón, por grande que sea, el Señor no mira la magnitud de lo que le pides, no mira la amplitud de tu pensamiento, no mira lo que consideras imposible, sólo hace una pregunta: ¿lo crees?.

Lo más bello de ser idealista no es solamente tener bellos pensamientos, es tener un Dios que convierte los ideales en realidades, un Dios que te permite, antes de que ellos se hagan realidad, vivirlos y disfrutarlos, porque quien cree no mira dificultades, mira facilidades, no mira imposibilidades, mira posibilidades, por ello es que si por un
momento unimos la fe y el ideal podemos hablar de una conexión directa entre la mente y el mundo real, entre el cielo y la tierra, que no tiene como frontera lo que nosotros llamamos “imposible” sino que el único límite que posee es la fe que se tiene para ver hecho realidad lo que en un momento estuvo en nuestro pensamiento, entonces si eres idealista tu peor enemigo es la incredulidad, ya que ésta no hace más que cerrar tus ojos y cercar tus pensamientos en una prisión llamada raciocinio que no te da lugar a aceptar una solución fuera de los parámetros de la mera realidad. Por un instante imagínate con sed, lo primero que pensarás será, “tomaré agua y me saciaré” (ejemplo sencillo) es obvio que antes de tomar agua ya tenemos la certeza de que nos quitará la sed; ahora imaginemos por un instante una enfermedad clínicamente incurable, terminal, y seguramente diríamos dentro nuestro: “lo ideal sería que no fuera mortal, que tuviera
cura”…. Ahora viene la reflexión, teniendo un Dios todopoderoso como el que tenemos ¿por qué no tenemos la certeza de que El puede sanar ésa enfermedad “incurable”? ¿Por qué al igual que en el ejemplo del agua no tenemos la certeza de que sí hay una cura para ésa enfermedad? Y aquí se pone de manifiesto la falta de fe, lo limitados que son los argumentos racionales, porque impiden que un ideal y/o un pensamiento logre realizarse, impide que la mano de Dios se mueva, entonces el mejor consejo es, deja volar tu mente, permítele a tu corazón creer, no consientas a la lógica cuando te diga: “es imposible!”; si tu razón es justa y tu pensamiento noble, el Señor combatirá por ti,
por ésta razón, no te detengas cuando tu alma sienta el anhelo de gustar lo impensado, cuando tu espíritu arda en la llama del deseo que se ha gestado en tu corazón, permite que tus ideas se materialicen haciéndote sentir el gozo cumplido de lo que una vez en tu ansia quisiste tener.